EL STONEHENGE DEL TELENO
A poco más de 20 kilómetros de Astorga, se encuentra la localidad de Quintanilla de Somoza. Hoy, sólo cuenta con un censo de 87 habitantes; pero, con sólo pasear por sus calles, uno se da cuenta de que fue un “pueblón señorial”. Y, ¿porqué decimos esto?... simplemente por el porte de sus edificaciones, el trazado de sus calles y porque hay constancia documental que atestigua que, durante siglos, fue lugar de grandes linajes arrieros. Y, ¿quiénes fueron esos personajes en la historia?... pues, ni más ni menos que un grupo social muy peculiar etnográficamente hablando, que llego a tener tanta influencia en la vida económica y política de España como para que el gran escritor Benito Pérez Galdós les citase en algunas de sus novelas (para los más curiosos, las referencias están en Los Episodios Nacionales: Los Ayacuchos Cap XXI y en El 19 de Marzo y el 2 de Mayo Cap. IV).
Pero, empecemos por el principio. Ya en legajos del siglo XI constaba la existencia de “Quintanella” pero, aunque no esté escrito en ningún papel, se sabe que, este lugar tuvo origen mucho antes, en los albores de la humanidad, como demuestran los descubrimientos arqueológicos realizados en los alrededores del pueblo. El más antiguo de estos hallazgos es el conjunto rupestre de San Salvador, los restos de un santuario prerromano que recibe su nombre de una antigua iglesia, hoy en ruinas, levantada en el mismo lugar.
El yacimiento, reconocible a simple vista y totalmente accesible para ser visitado, está formado por una peña con una acumulación de piedras de cuarzo blanco (geijos, como se llaman popularmente), cazoletas, incisiones y un megalito. En la parte oriental de este emplazamiento, existe otra roca más pequeña con cazoletas.
Algo más alejado, se encuentra una pilastra elevada con rebajes e incisiones que la tradición dice que procede del Pico del Castro. Es un evidente megalito, un gran bloque de piedra alargado apoyado en dos lajas, que está alineado con el punto de nacimiento del sol en las primitivas fiestas de media estación invernales; es decir, con el solsticio de invierno. Sería estupendo poder volver atrás en el tiempo para ver a nuestros antepasados Tilenenses danzando para rogar el “regreso del sol” y que los días se alargasen. A pesar de esto, si se analiza el sentido contrario del eje del megalito, se comprueba que el alineamiento coincide con la puesta del sol en las fiestas de media estación que dan comienzo y fin al verano. Es decir, esta curiosa estructura pétrea marca las fechas de media estación que dividen el año en cuatro periodos. Y, después habrá quien pague un montón de dinero para viajar a ver megalitos a Gran Bretaña, teniéndolos “en casa”…
En el Museo de León, se custodia y exhibe una singular lápida del siglo III d. C. que fue hallada en las inmediaciones de Quintanilla. A simple vista es un rectángulo de piedra tallada en bajorrelieve con un dístilo, ósea, una pequeña estructura similar a un templo (compuesta por un frontón flanqueado por dos columnas torneadas en forma de hélice), dentro de la cual aparece una mano abierta, y con dos discos lisos sobre el conjunto.
Sobre el frontón es posible leer la inscripción en caracteres griegos “A Zeus Serapis” y en la palma de la mano, “Iao”. Hasta aquí podría decirse que se trata de una lápida votiva más; pero, no, no lo es. Si Tenemos en cuenta las inscripciones, es única. Los estudiosos han dictaminado que se trata de una fórmula que une los teónimos del dios griego Zeus y el greco-egipcio Serapis en uno sólo, unido al término de salutación Iao que, tal vez, pueda referirse a la grandeza de Yahvé. En su momento, esta pieza presidió el umbral de una vivienda como símbolo protector y de bienvenida, y, hoy, ha pasado a ser parte destacada de nuestro patrimonio, un legado tan importante como para que el Museo de León, lo haya asumido como anagrama. Sin duda algo de lo que sentirnos orgullosos. Un buen motivo no sólo para contemplarla en su exposición en la capital leonesa, sino también, para visitar el lugar en el que inicialmente estuvo emplazada.
Quintanilla, es, además, uno de los pueblos de la Somoza mejor conservados en su conjunto urbano y dónde se puede observar ejemplos únicos de la arquitectura tradicional maragata. A estas alturas, no hay nada nuevo que se pueda decir sobre la originalidad de las casas arrieras, hechas a medida del oficio trajinero y en las que no se escatimaron medios para ser erigidas como fortalezas inexpugnables para proteger tanto la intimidad de la familia como a las impedimentas del oficio (el carro, las recuas de mulas, las mercancías,..) y, por supuesto los caudales ganados. Su tipología y organización es única, no existe parangón en toda España ni en el mundo entero. A pesar de que externamente, no son dadas al ornato a excepción de la entrada principal, lejos de resultar homogéneas, en las trazas de estas construcciones, claramente se puede observar una evolución estética, desde las más rústicas del siglo XVI hasta las “burguesas" de mediados del siglo XIX, y una notable diferenciación social que se manifiesta en su tamaño y en el tratamiento constructivo tanto interior como de las fachadas. El elemento más simbólico se encuentra en el acceso principal “las entradas carretales”, realizado con piezas de sillería con forma de arco de medio punto o adintelada para enmarcar la maciza puerta hecha con dos gruesas hojas de madera de roble o encina, adornadas con clavos forjados de maneras variadas y caprichosas, con una imponente cerradura y curiosos llamadores… paseando por el pueblo, pueden contarse más de una docena de ejemplos distintos, dignos de detenernos a admirarlos.
Si se tiene oportunidad de acceder a ellas, se ve que, todas, se articulan en torno a un patio hacia el que se orientan formando “L”, “U” o un cuadrado, las diferentes estancias que conforman la vivienda (aposentos familiares, almacenes, las cuadras para el ganado mayor y otros edificios para el ganado menor). El nivel económico de los propietario tenía un claro reflejo en el desarrollo residencial; así, las construcciones que se conservan de los linajes arrieros más pujantes tienen un segundo corral y hasta un tercero, creados por la anexión de varios cuerpos de edificios.
A pesar de todo, el elemento más llamativo de la casa arriera no se ve desde fuera: es el corredor. Se trata de una especie de pasillo abierto al patio, pero guarecido por balaustres torneados o de tablas recortadas lateralmente y a veces con gráciles calados, que comunica las habitaciones del segundo piso del cuerpo residencial. A partir de mediados del siglo XIX, comenzaron a cerrarse algunos tramos a modo de galerías acristaladas, una alternativa para recoger y almacenar la radiación solar, sin duda, asimilada de los edificios burgueses de las ciudades gallegas por las que trajinaban los arrieros.
Si antiguos son los orígenes de Quintanilla de Somoza, también lo es parte del patrimonio que conserva. Existen restos de una antigua iglesia, dedicada a San Antonio Abad, situada en Pico Castro cuyo interés es simplemente testimonial; pero no ocurre lo mismo con el templo actual. Se puede calificar como una importante obra consagrada bajo la advocación de El Salvador. Por fuera, la factura responde al arquetipo de la mayor parte de las iglesias de la comarca, aunque destaca como algo diferencial su torre, que se debe a Juan de Albear, y fue realizada en 1570. Sin embargo, las verdaderas joyas están adentro. La capilla mayor está cubierta por una bóveda de crucería del siglo XVI y en ella se aloja un arquetipos retablo de Gregorio Español. Desde el punto de vista de la imaginería, son notables el Santo Cristo de las Angustias, talla de la escuela castellana realizada en el siglo XVII y una piedad renacentista.
No se puede ir uno de Quintanilla de Somoza sin visitar las fuentes públicas distribuidas por sus calles. Cada una presenta un detalle peculiar en su factura y alguna debe su forma a causas tan sorprendentes como la sufragada por la Sociedad “Amigos del País” en recuerdo de los hijos emigrantes en América, por haber contribuido a las reformas urbanísticas hechas en el pueblo en el año 1919.
Si después de esto, consideráis que Quintanilla de Somoza es uno de los 10 Pueblos Tilenenses más bonitos, dadle al “me gusta”.